viernes, 24 de noviembre de 2017

Mundo ideal

La culpa de todo la tiene Aristóteles. Tal vez exagero: la culpa de casi todo. Puede que educase bien a Alejandro Magno hasta hacer del chaval macedonio un conquistador compulsivo, pero por lo que respecta a su filosofía, su principal logro fue tirar por la borda la belleza del pensamiento griego anterior a él.

Me enseñaron en la escuela que la grandeza de los filósofos griegos radicó en dejar a un lado el pensamiento mítico y reemplazarlo por el culto al Logos, al raciocinio abstracto. En realidad, ese punto de inflexión solo se produjo con el plasta de Aristóteles y sus fabulas supuestamente objetivas sobre motores, causas y efectos. Los presocráticos, incluidos los pitagóricos, se movían aún en las apasionantes y surrealistas aguas del mito. Platón, por su parte, fue el eje intermedio del proceso, a caballo entre el mundo onírico y el racional. Platón fue el primero que logró esa curvatura del círculo consistente en bañar de racionalidad el mito, o, si se prefiere, en cubrir de poesía lo meramente cerebral. Por eso, para mi Platón sigue siendo el más grande.

Los pensadores que más admiro (Plotino, Spinoza, Bruno, Kierkegaard, Hegel y el idealismo, los románticos, Nietzsche, Fromm, Jung, los existencialistas) son aquellos que se dejaron llevar por ese sabor a Oriente y a mística. Todos ellos bebieron de las fuentes de Platón. En cambio reniego de aquellos otros que, como el empalagoso Santo Tomás o el soporífero Kant, fueron incapaces de volar por encima de sus enrevesamientos neuronales.

La devoción extrema la racionalidad y al silogismo supone dejar a un lado todo aquello que en verdad nos motiva, y en ultima instancia, nos hace felices: el arte y la belleza, el mundo de los sentimientos, de los ideales, de los sueños y de (porqué no decirlo) la irracionalidad. Claro que también en el campo platónico ha habido interpretaciones desvariadas que no han conducido a nada bueno (por ejemplo: la malversación que los nazis hicieron de Nietzsche), pero sigo pensando que el idealismo está mas cerca de lo esencialmente humano que la noción escolástica de la vida, según la cual todo se explica por causas y efectos analizables con el raciocinio.

Al final ha resultado que las ciencias puras han dado la razón a Platón. Ni los átomos ni las supernovas se rigen por esa lógica lineal y estrecha de gusto aristotélico.

Seguimos en la misma cueva de siempre, mirando siempre el reflejo de un mundo ideal.

(Foto: Luis Echanove)

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