lunes, 3 de febrero de 2014

Carta a los lectores


Queridos  todos,

Empecé con Chota Chunga un mes de julio de hace ahora seis años y medio. Por entonces aun vivía en Filipinas, padeciendo ya los estertores de esa década estupenda de treintañero. Mi hijo Juan acababa de nacer. Han pasado 459 entradas en este blog desde entonces, entre relatos cortos, micro ensayos, poemas, reflexiones varias y recuerdos. Y, a caballo de todas esas entradas, entre tanto, muchos otros cambios han sacudido el árbol del tiempo: Juan ha crecido y crecido hasta llenar mi vida con sus dibujos y sus preguntas ingenuas y esenciales.  Olalla, mi tercera criatura se incorporó también a la familia; Georgia, este rincón montañoso donde moro, me ha devorado con sus fauces de nación épica; algunos amigos se han marchado para siempre; otros han aparecido en mi camino y forman ya parte de mi mismo. La vida ha seguido imponiendo su pulso.  469 cuentos, desencuentros y reencuentros con amigos y lectores.

Nunca, a lo largo de todos estos años, sentí cómo una imposición tediosa el mantener Chota Chunga activo. Escribía cuando quería, respondiendo a una obligación que no era externa, sino que brotaba de ese pozo descontrolado donde todos escondemos las ganas de seguir vivos (y también, a veces, las de gritar).  Sin embargo, desde hace algún tiempo –no mucho- el halito de Chota Chunga se ha perdido. Me falta el aire para escribir. Sé que antes o después volverá pero, entre tanto, no puedo hacer otra cosa más que echar el freno, parar y… ¿por qué no?  Volver la vista atrás.  Voy pues a rebuscar en ese magma de los escritos aquí acumulados e intentar trabajar con ellos algo coherente…a lo mejor una colección de cuentos cortos para su publicación en forma de libro.

He decido pues no escribir nada nuevo por un tiempo en este blog, y nutrirlo con entradas antiguas. Chota Chunga es ya como una escalera de 469 peldaños…y creo que toca ahora dejar de subir y comenzar a descender, bajar hasta el inicio.

Y el inicio, hace seis años y medio, fue este:  

"La noche se acerca. El hombre intenta alejarse. Pero no hay manera. La noche se acerca más y más, hasta rozarle. Hasta tocar la punta de su largo gabán usado. El hombre trota, casi corre. A ratos mira atrás a hurtadillas, con temor, con ansia, con curiosidad. El hombre llega a la casa exhausto. Se quita el gabán. Se recuesta sobre el piso. Contempla el techo con ojos vidriosos. No va a llorar. Es sólo que siente frío en el rostro. 

Ha dejado a la noche fuera, golpeando contra los vidrios. El silbo fuerte del viento hace templar la luz de las candelas sobre la mesa de roble. El hombre mira a través de la ventana y no ve nada. Sólo una oscuridad cerrada, un vacío grande, inmenso, al que acaba de lograr derrotar. 


Agarra el taburete. Se recuesta contra el muro, Tiene hambre pero no cena. Entorna la mirada y se deja atrapar por el sueño. El susurro del viento arrulla sus últimos pensamientos. 


De pronto, asustado, abre los ojos. No ve nada, nada en absoluto. Todo está oscuro. El viento recio apagó la vela. La noche le ha vencido, le ha derrotado para siempre. Sin salida, sin salvación posible, se sumerge en la negrura."

(Fotos: Superior, el autor de este blog. Inferior: Ignacio Huerga)

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