martes, 10 de septiembre de 2013

Rotulador

Había escogido el cuaderno cuidadosamente, como si optar por el granate de tapas de hule en lugar de por aquel otro de guardas de cartón azul fuera ejercer una influencia positiva en su estilo literario. Otro tanto le pasaba con el objeto para escribir: Nada de boli Bic, eso por descontado. Necesitaba uno marca Pilot azul, o tal vez negro, o mejor ambos, para así decidirse a usar uno u otro en el ultimo momento.

Fue trazar la primera palabra ("Había...") y darse cuenta, al instante, de su tremendo error. El Pilot seleccionado era demasiado fino. En lugar del maravilloso crujido suave de otros modelos, este generaba sobre el papel un chirrido desagradable, como el de la punta de un cuchillo punzando sobre un filete crudo o el de un par de zapatos de goma arrastrados sobre la grava. Pensó por un momento en regresar a la papelería y comprarse otro de su gusto. Pero la idea le resultaba, en cierto modo, mezquina, casi sórdida. Hacerlo supondría reconocerse así mismo poseído por sus manías hasta un limite difícil de tolerar. Se quedo allí, sentado en la terraza del parque, bajo la luz de la lámpara, buscando inspiración.

-"Si pienso"- se dijo - "escribiré racionalmente, y eso es lo único que no quiero hacer. Necesito que las palabras salgan solas de la punta de este odioso rotulador". Con cada letra el gemido sordo de la plumilla vertiendo tinta sobre el papel cuadriculado resultaba más y más insoportable. Se sentía casi culpable por herir a la hoja con ese doloroso desgarro.

Desganado, aparcó el Pilot junto al vaso de Coca-cola, se recostó sobre la mesa del bar y cerró los ojos.

-"Perdona... ¿tienes algo para escribir?"- . Salió de su sopor inmediatamente. La voz que acababa de romper su breve letargo era ahora una sonrisa amable, rodeada de labios gruesos. Un rostro maravilloso. Una chica bonita y alegre. Una minifalda corta. Un cuerpo esbelto.

-"Si, si...¡claro! ¡toma! "- alargó el brazo, sosteniendo el rotulador con la punta de los dedos, en un gesto un poco forzado.

-"Gracias"- respondió ella, sonriendo otra vez. Se dio media vuelta y su cola de caballo ondeó al viento.

Pasaron unos minutos. No muchos. La chica se acercó a su mesa con pasos firmes y rápidos.

-"Toma. Aquí lo tienes de vuelta. Gracias de nuevo", dijo ella ("otra vez esa sonrisa ingenua y maravillosa", pensó él, un poco aturdido). "¿Sabes? -añadió la chica mirando al rotulador de reojo - "me gusta como suena este chisme cuando escribe... ¡es como si las palabras salieran solas!- y se largó.


(Foto: Ignacio Huerga)

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