martes, 15 de enero de 2013

Cada objeto


Cada objeto ocupaba su exacto lugar en el cuarto. Allí, como en el resto de la casa, cuando algo era incorporado al haber familiar en él permanecía por toda la eternidad. Una infinitud de enseres colgaban de las paredes o reposaban sobre baldas y mesillas como a la espera de un terremoto que cambiase todo de lugar, o tal vez aguardando al día del fin del mundo y la consecuente destrucción final de la memoria y de todos sus señuelos.

(Foto: Luis Echanove) 

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