viernes, 6 de abril de 2012

Cerebro de goma

Una de mis distracciones favoritas consiste en divagar, con cierto desorden, aunque siguiendo pistas intuitivamente, a través del vasto universo de Wikipedia. Así ha sido como hoy he conocido a Orlando Sarrel, un tipo norteamericano de mi edad en cuyo cerebro se esconde, probablemente, el secreto de la inteligencia humana.

A los diez años, Sarrel era un muchacho corriente, con una inteligencia y memoria normales para su edad. Un día, jugando un partido de béisbol en el colegio, recibió un fuerte pelozato en la cabeza que le hizo permanecer inconsciente durante unos segundos. Al rato despertó, aparentemente en estado normal, y prosiguió jugando con sus amigos. A partir de este incidente, durante una larga temporada sufría con regularidad intensos dolores de cabeza. No se lo dijo a sus padres y tampoco acudió al médico. Una mañana, se despertó sin dolor alguno y enseguida percibió que algo había cambiado radicalmente en su mente: de pronto era capaz de hacer complejas operaciones matemáticas basadas en las fechas del calendario y recordar de memoria todos los detalles de su vida cotidiana, hasta en los más nimios aspectos. Salvo estas dos habilidades, su cerebro parecía seguir funcionando como siempre.

El hecho de que un fuerte pelotazo en la cabeza pueda dejarnos tontos (esto es, dañe de modo irreversible nuestro cerebro haciéndonos perder cualidades mentales) parece bastante razonable. Pero que ese golpetazo nos vuelva más listos, despertando en nosotros alguna habilidad genial escondida hasta la fecha, parece propio de una película cómica. Sin embargo, la historia de Sarrel es absolutamente cierta, y, además, no es la única. Sarrel sufre (o más bien disfruta) de savantismo adquirido. El savantismo, también llamado síndrome del sabio, es una patología cognoscitiva extraordinariamente infrecuente consistente en poseer una habilidad mental extraordinaria en algo sumamente específico. Los savantistas pueden, por ejemplo, poseer una capacidad fotográfica para recordar paisajes y dibujarlos después y, en las demás facetas de la inteligencia, demostrar resultados normalitos o incluso manifiestamente inferiores a la media. Y es que un porcentaje muy elevado de los savantistas son autistas o sufren otros desordenes mentales. 


Un caso célebre de savantismo fue el de Kim Peek, cuya biografía inspiró el argumento de la película Rain Man, protagonizada por Dustin Hoffman. Peek se sabía de memoria los 12,000 libros que había leído, pero no sabia como abrochar su camisa y tenia grandes limitaciones para desenvolverse en sociedad.

Al contrario que Sarrel, Peek no había recibido de niño ningún pelozato en la cabeza. Simplemente nació así. Al parecer, debido a un problema de su desarrollo embrionario, el cerebro de Peek sufría algo que los médicos llaman agenesia del cuerpo calloso. Para adaptarse a dicha situación, sus neuronas habían desarrollado conexiones inusuales, lo cual explica su memoria propia de una computadora.

Eso mismo es lo que seguramente sucedió dentro de la cabeza de Carrel tras el impacto de la pelota de béisbol; sus neuronas se reorganizaron, haciendo que de pronto se convirtiera en el tipo con la mejor memoria del Planeta para recordar fechas.

Todos poseemos en realidad un cerebro absolutamente plástico. Nuestras conexiones neuronales pueden readaptarse ante estímulos externos. Nada esta pues completamente determinado dentro de nosotros: tal vez todos poseamos la llave secreta de despertar nuetras potencialidades sin necesidad de recibir un pelotazo.

(Foto: Luis Echanove)

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