miércoles, 2 de marzo de 2011

El silencio de los corderos

El mundo vive expectante de la vorágine revolucionaria árabe, que por un lado nos llena a todos de esperanza en un futuro mas justo y por otro nos sume en la incertidumbre y el temor ante lo nuevo e impredecible. Mientras el gran motor de la Historia se acelera en el Norte de África y Oriente Medio, en algunos rincones del Planeta, lejos de los focos mediáticos, la Historia con mayúsculas se trasforma, en cambio, en historieta tragicómica.

En Nicaragua, mi querida nicaragüita, Daniel Ortega (para algunos críticos, el alter ego tropical de Gadafi, pero sin túnicas de raso fosforescente), decidió hace unas semanas enviar a veinte soldados de reemplazo de maniobras a unas remotas ciénagas próximas la frontera sur del país, cerca de San Juan del Norte, y cuya soberanía se disputan Nicaragua y Costa Rica. El área en litigio, de apenas un kilómetro cuadrado de extensión, consiste en un cenagal si valor alguno. Es una zona tan diminuta y remota que apenas se recoge en la cartografía existente.

Según un extendido y avieso rumor, con tal maniobra provocadora, no buscaba el gobierno Nicaragüense sino apartar la atención de su pueblo de los numerosos problemas económicos, sociales y políticos que atenazan al país. El desafío nicaragüense, no produjo el efecto quizás deseado por Daniel, esto es: propiciar tal vez una pequeña guerrita con los ticos. Costa Rica, que es una nación neutral (política y tal vez incluso metafísicamente) carece de ejército (1). Ponerse beligerante con un país que constitucionalmente ha renunciado a la guerra, es cuanto menos, una decisión kafkiana. La sangre no ha llegado al río (al río San Juan, que es el que conforma la frontera entrambos países), y el 'incidente', como se dice ahora, ha quedado finalmente inscrito en la larguísima lista de pequeñas absurdeces de la micro-geopolítica mundial.

El Cáucaso, la región donde ahora vivo, acaba también de ofrecer otro estupendo ejemplo de estulticia política. Armenia y Azerbaiyán mantuvieron una sangrienta guerra en los años noventa del siglo XX. Aunque las armas por el momento permanecen ahora mudas, ambos gobiernos se detestan mutuamente. Georgia, el tercer país del sur del Cáucaso, ha comenzado a exportar ovejas vivas a los países del golfo pérsico. A los jeques les gusta el sabor natural de los corderos caucasianos, que pacen libremente en los montaraces prados georgianos. La semana pasada un avión de carga registrado en Armenia se disponía a transportar 150 corderillos desde Tiflis a Qatar. El combustible que surte a las aeronaves en el aeropuerto de la capital georgiana procede de Azerbaiyán. La compañía a cargo del suministro se negó a abastecer la nave armenia con crudo azerí, para evitar un conflicto diplomático. Como consecuencia, el avión tuvo que permanecer una noche entera en tierra en el aeródromo, con los motores apagados, a resultas de lo cual todas las desdichadas ovejas perecieron, ateridas de frío y de agobio.

Las únicas victimas mortales de la victoriosísima campana militar de Aznar, en 2002, para 'recuperar' el islote de Perejil, fueron algunas cabras que pastaban en el lugar. Ahora, el reavivado conflicto entre Armenia y Azerbaiyán se acaba de cobrar la vida de estos corderos georgianos. La lista de estupideces de la política internacional sigue y sigue creciendo sin cesar.

Fotos: Superior: Granada (Nicaragua), Luis Echanove. Inferior: Georgia Juan Echanove)
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(1) Fue abolido en 1948 por el presidente Figures, hijo de catalanes. Su sabia decisión permitió al país, a lo largo de las siguientes décadas, evitar los golpes de Estado e invertir en desarrollo económico y social los fondos que, de otro modo, se habrían malgastado en gastos militares.

1 comentario:

carmela dijo...

ME HA GUSTADO MUCHO. QUE REALIDAD QUE POR DICHOSOS PROBLEMAS ENTRE DISTINTOS PAISES, SE PERJUDIQUE QUIEN NO TIENE CULPA AUNQUE EN ESE CASO SEAN POBRES CORDEROS QUE BIEN DESCRIBES TODO