sábado, 14 de agosto de 2010

Alma de chocolate

En la España del siglo XVIII el acceso al Cielo (o al infierno) de los muertos quedaba al albur del precio del chocolate.

Fundada en 1728 por Xavier Maria de Munibe, antepasado lejano de quien esto escribe, la Compañía Guipuzcoana de Caracas fue una de las primeras sociedades anónimas creadas en España. Dedicada principalmente al comercio de cacao, con ella el capitalismo moderno comenzó a dar sus iniciales y balbucientes pasos en nuestro país.

Lastimosamente, el elemento más característico de la estructura de propiedad de esta sociedad no ha pervivido en la organización empresarial moderna: Los principales accionistas de la Compañía Guipuzcoana de Caracas eran las ánimas del purgatorio. Cuando el precio del cacao subía, los infelices muertos condenados a permanecer en esa anodina antesala del Cielo obtenían jugosos dividendos. Dado que resultaba imposible la distribución efectiva del capital entre tan inusual accionariado, las ganancias eran destinadas a la celebración de misas en su favor. A mayor número de misas en pro de las almas del purgatorio, más rápido obtenían éstas el perdón de sus pecadillos y, por consiguiente, más próximas se hayaban a la redención completa y al disfrute del Paraíso.

No estoy muy seguro de cómo se redistribuían las pérdidas si el precio del cacao caía. Tal vez se celebraban misas negras dedicadas a las ánimas, para así aproximarlas al infierno.

Muy diferente hubiera resultado el mundo empresarial de hoy si tan elegante práctica se hubiese mantenido. Así, en lugar de forrase Botín o Florentino Perez, los ganadores de un resultado bursátil favorable serían siempre las inocentes almas de los fallecidos. El ladrillazo, la corrupción y la especulación, a fin de cuentas, habrían tenido resultados inocuos en la distribución de la riqueza, en lugar de permitirles a unos pocos forrarse a costa de la mayoría.

(Foto: Luis Echanove)

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