viernes, 6 de noviembre de 2009

Buscando casa en Tiflis

Era una casa de muchos pisos. Y de muchas mujeres: Había mujeres por todas partes, de todas las edades, de todas las composturas y actitudes, y todas con un común gesto de arreglarse la vida bien sin hombres zánganos alrededor. El balcón de la sala principal miraba a los edificios estalinistas. El de la cocina daba sobre los pinos de la montaña. Un viejo arropado en una manta yacía en un sofá de aspecto poco confortable. Nos ofrecieron pastel de granadas; un tanto crudo, pero caliente. Mi interés en la casa, a esas alturas, era más sociológico que real. No pretendía alquilarla. Solo quería seguir hablando con la matriarca de esa tribu femenina y seguir degustando pastel crudo de granadas. La agente inmobiliaria y traductora ocasional, una armenia robusta, dicharachera y también feminista, les contó nuestra vida a ritmo de caladas de cigarrillo. Cuando mencionó que una chica filipina vivía con nosotros, la matrona de ese nido de águilas mujeril mencionó que en la casa de enfrente una tagala trabajaba como profesora de kindergarten. Allí fuimos. Dos niños pequeños nos abrieron la puerta. La cría vestía de princesa Disney. El muchacho agarraba un arpón de cazar ballenas. Efectivamente, su madre, que no estaba en la casa/colegio era extranjera, pero no filipina, sino neozelandesa. El jardín de infancia parecía más un reformatorio infantil que un lugar de juegos para niños. Dejamos el barrio y en el Lada de nuestra armenia nos encaminamos a visitar otra casa, esta vez en las alturas de Sololaki. Se trataba de una mansión cúbica, sin decoraciones de ninguna clase en el exterior, pero por dentro cremosa como un pastel de boda latinoamericano. Guardias armados en todos los ángulos. Instrucciones del agua caliente de la piscina interior (sí: tenía una piscina cubierta, en el sótano) en hebreo…aquel palacete hortera olía a algo raro, no solo metafóricamente, también en un sentido literal.

Volvimos a casa, no sin antes comprar pan recién horneado en la tahona cercana. Buscar case en Tiflis es como recorrer Praga de la mano de Kafka o andurrear Madrid con Valle-Inclán: entre disparatado y cotidiano.

1 comentario:

Rubén dijo...

Genial la última frase! Muy bien