martes, 23 de diciembre de 2008

Jaisalmer

12 de agosto, 1991

He escrito la fecha aproximada. Hace tiempo que perdimos noción del día en que vivimos. Llevamos dos días aquí, en medio del desierto de Thar, alojados en un hotelito de habitaciones exteriores.

Este es, quizás, el lugar más pacífico que hemos conocido hasta el momento en la India. En el centro de la parte antigua se alza, sobre un montículo de arenisca, la ciudadela. Rodeada de gruesas murallas en el interior se hacinan casitas del color del desierto y discurren callejuelas tortuosas por las que los niños juegan a las guerras. A sesenta kilómetros de aquí comienza Paquistán. Ayer cruzaron la frontera un puñado de irregulares musulmanes y raptaron a dos o tres mujeres de una aldea india cercana. Creo que hemos llegado al corazón geográfico del mundo de Alí Babá y los cuarenta ladrones.

Breve anecdotario de urgencia: Una vaca (sagrada, por supuesto) corneó levemente a Elisa en el costado. Cantidades apreciables de ron y de cerveza colmaron nuestras copas la noche pasada. Mi estómago tímidamente me reprocha el desaprensivo comportamiento. A mediodía tomaremos un jeep rumbo a las dunas, acamparemos allí y regresaremos en camello a la ciudad. Dormiremos pues bajo las estrellas, escucharemos el silvo del siroco y amasaremos nuestros chapatis al calor de la hoguera, en tanto el camellero, nos relata viejas leyendas de contrabandistas…¡espero!

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