lunes, 3 de noviembre de 2008

Imperios, luces y sombras

Todo imperio ofrece un legado de luces y de sombras. Los persas destruyeron Babilonia, pero garantizaron la libertad religiosa en sus dominios. Alejandro Magno arrasó naciones, pero difundió el librepensamiento griego en todo el Mundo Antiguo. La España Imperial conquistó América con la fuerza de la espada, expulsó a moriscos y sefardíes y fomentó crueles guerras de religión en Europa, pero reconoció la condición humana a los indios (todo un avance moral para la época) y vio surgir el esplendor cultural del Siglo de Oro. España fue Torquemada, y España fue también Bartolomé de las Casas. La Francia Napoleónica ocupó Europa a sangre y fuego, pero exportó la Ilustración. El Imperio Británico dominó con puño de hierro África y la India, pero fue la cuna del parlamentarismo y del pensamiento científico.

Estados Unidos nació como una sociedad esclavista, exterminó a los indios de las praderas, controló América Latina durante un siglo a base de apoyar a infames dictadores y fumigó Vietnam con bombas químicas, pero también puso freno a la amenaza mundial del nazismo y del imperialismo japonés, fue la cuna del anti esclavismo, el sufragismo, el feminismo y el movimiento de los derechos civiles, e inventó la libertad de prensa y la independencia judicial. Ha sido regido por hombres estúpidos como Nixon o Bush, y también por otros grandiosos como Lincoln o Roosevelt. Luces y sombras, pues, se alternan en el tejido de la historia humana.

En los últimos ocho años, el Imperio Americano sólo ha producido sombras (Irak, Guantánamo, el recorte de libertades, el caos del Katrina, la crisis financiera…) Obama, un mulato criado en el Tercer Mundo y de profesión trabajador social, está a punto de convertirse en presidente de Estados Unidos. No diga que sea el hombre perfecto (¿quién lo es?), pero de algo estoy claro: con él las luces vuelven a encenderse en Norteamérica y, por consiguiente, en el resto del mundo.
(Foto: Luis Echanove)

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