lunes, 3 de noviembre de 2008

El pintor que dio nombre a un planeta menor

Conocí a Nicholas Roerich de forma harto extraña. Vagaba yo por aquel entonces, mochila a la espalda, por el mágico valle de Kulu, en el arranque de los Himalayas. Una señal en el camino apuntaba hacia un desvío. Al fondo de la senda, una casa blanca de adobe albergaba una fascinante colección de pinturas del maestro ruso. Era yo por entonces mozo, y vivía atrapado en las lecturas de Hesse, de Fromm, de Huxley. Toparme con la obra de aquel pintor, asceta y filósofo, fue como leer, en formato visual, el mensaje escondido en los libros de aquellos autores. Incorporé a Roerich al listado oficioso de mis pintores favoritos (junto a Vermeer, Botticelli, Velázquez o Turner…la lista permanece abierta) y aprendí que aquel eterno candidato al Novel de la Paz, promotor del hermanamiento universal de los creadores y explorador incasable del Asia Central fue, antes que nada, un genio. Años después tuve la fortuna de sumergirme en algunos de sus cuadros en la Galería Nacional de Tiblisi, en Georgia. Nunca he estado en Moscú ni en Nueva York, que albergan el grueso de su colección, pero lo que he visto me basta para pasmarme.

Roerich fue a la pintura rusa lo que Tolstoi a la literatura: mitad pope, mitad artista, sus paisajes de tonalidades inverosímiles parecen iconos de un devocionario naturalista.

Rusia, puente boreal entre Oriente y Occidente, es madre de un sutil misticismo.
(Foto: San Panteleon. Nicholas Roerich, (c) Wikipedia)

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Es como una pintura de Nikolai Rerij"

Yuri Gagarin, al contemplar por primera vez el espacio exterior.


http://www.roerich.org/